viernes, 14 de octubre de 2011

POLÍTICAS DE SEGURIDAD. UNA EXPERIENCIA PERSONAL II

Me gustaría sugerirle a los/as funcionarios/as del Ministerio de Seguridad de la Nación que se tomen un micro desde Neuquén hasta San Martín de los Andes, un día cualquiera, y de incógnito. Quizá puedan presenciar, como yo ayer (jueves 13 de octubre), dos procedimientos de dos fuerzas bajo sus órdenes. El primero, y más impresionante, de la Gendarmería. Ruta 22, un rato antes de llegar a Plaza Huincul, el micro para, suben unos uniformados sin identificación, y uno de ellos avisa: "Buenas tardes, señores, control de Gendarmería". Va hasta el fondo del micro, mira, y unos segundos después, sube otro uniformado, esta vez con un perro que huele buscando ya sabemos qué. Apenas empieza a andar por el pasillo se le abalanza a un muchacho de unos 20 años, con arito y una remera de Las Viejas Locas, sentado junto con su padre en el primer asiento después de la escalera. El perro era lombrosiano, o el pibe se había fumado un porro antes de subir al micro, o tenía olor a adolescente, no sé, pero el perro le saltó literalmente sobre el cuerpo, oliendo cara, cuerpo y bolas. Si yo hubiera tenido una brizna de porro o cualquier otra cosa apetecible para el mastín, y se me tiraba así, moría de un síncope del cagazo, o me pillaba encima. El perro olfateaba especialmente un porta-anteojos que tenía el pibe, que lo miraba sin decir ni mú. El padre agarró el porta-anteojos, le dijo algo al gendarme, y entonces los bajaron a los dos. Al ratito, subieron. El padre contó que le habían abierto el portaanteojos, donde tenía uno de esos recipientes donde se ponen los remedios, que tienen siete compartimientos con cada día de la semana, como los que usa mi vieja para no confundirse lo que tiene que tomar cada día. Le preguntaron si los remedios eran "legales". Lo requisaron atrás del micro, sin testigos. Le vaciaron la mochila. Le pidieron plata: "Te estoy haciendo un favor, no tenés algo para dejarme?". No les dio nada, y finalmente, lo (y nos) dejaron ir.

Al rato, cerca de Junín de los Andes, otro control, esta vez de la Policía Federal. Subió un uniformado, también sin identificación, con una especie de lista. No sé si era la que llevan los del micro con los nombres de los viajeros. El tipo se fue para el fondo y le pidió documentos a dos pasajeros. Se lo dieron, y se fue.

Sobre qué base, con qué derecho, a santo de qué mierda, un perro te salta sobre el cuerpo porque tenés olor a algo o porque llevás medicamentos?

Ídem me pregunto: por qué la policía pide documentos al voleo, por la cara, por el nombre, por la edad?

En serio, funcionarios/as: bajen de los autos oficiales, súbanse a los micros que toma la gente común y corriente, viajen en los trenes, anden por los barrios de todos los sures, y después, por favor, respondan sincera y seriamente a una sola pregunta: ¿ese control selectivo, ese hostigamiento, esa corruptela miserable es lo que llaman "seguridad ciudadana"?

San Martín de los Andes, 14 de octubre de 2011.

La foto es de Chos Malal, pero ya que hablamos de la Gendarmería, podrían terminar con esta bestialidad, no?

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