viernes, 25 de mayo de 2012

Festejando a la Patria

Este 25 de mayo, lo primero que quería, era comerme un buen locro. Hice una búsqueda feisbukera, y encontré dos locros nac y pop: uno en un Club de la Paternal, sobre Fragata Presidente Sarmiento, y otro en Boedo. Decidí probar cómo me iba en Paternal, y allí me quedé.




Me gustó el club, bien de barrio, con la canchita de fútbol a la entrada, un cartel que habla de lo importante que es que los pibes hagan deporte, y un locro delicioso, a 5 pé (vaso de vino decente incluído) Así que me lo comí, canté el himno con los dedos en V (al final, cuando juramos con gloria morir), y me fui. En el camino hacia el auto, compré 1 kilo de yerba Romance, un vino Trapiche y un chocolate Aguila en un chino (54) ; y: 1 pizarrón, 1 block de hojas de dibujo y tres portaretratos, en otro chino/ex todo por dos pesos (52).

Y me gustó pasar por el Cine Taricco, uno de los cines perdidos de la Ciudad, y que los vecinos de la Paternal están intentando recuperar. 

Después me fui para el centro. Dejé el auto en Corrientes y Achacuyo, y me fui caminando, recorriendo librerías. Compré libritos para Mauricio (26), uno de Federico Jeanmarie (20) para mí y/o para mi hijo, el de Beldi sobre el llamado motín de Sierra Chica (54), y otro que se llama Educación siberiana (50), también sobre criminales, cárceles, etc. Después fui al cine a ver "Una separación", una bella y triste película iraní (30), y a la salida me tomé un cortado con una medialuna y un juguito de naranja por 11 pé, para ver el segundo tiempo del Bilbao contra el Barsa, y lamentarme por el 3 a 0 a favor de los poderosos. Ya camino al auto de nuevo, ví unas remeritas que vendía una chica en la calle, ideales para Mauricio, pero no tenía más plata. La chica tendió sus remeras justo en la vereda del Banco Credicoop, así que entré, saqué 200 pé, y le di a ella 50, por dos remeras, una celeste y la otra verde, con motivos indígenas, y que dicen Argentina.

Yo creo que me conviene quedarme encerrada en casa, porque, lleve la guita que lleve, me la gasto. Pero en causas nobles, como libros, regalitos y bebidas espirituosas (mate y vino), así que está todo bien.




viernes, 4 de mayo de 2012

Sobre las emociones

Yo tenía un long play de todos colores. Creo que era de Alta Tensión, mi programa musical preferido. Mi hermano veía Música en Libertad, y como en casi todas la cosas, nuestras diferencias eran irreconciliables. Así que, sí, debía de ser el disco de Alta Tensión el de todos los colores, y cuya última canción decía "Y, peguele fuerte, dele con todo, que así se alcanza, la felicidaaaaaaaaaaaaad!!! Esa y otras canciones, las cantaba a los gritos, en el living de mi casa, frente a una ventana que hacía de espejo.

Muchos años después, en los 90, sufría como tantos el arrasamiento de las empresas públicas. Puteaba frente a la tele mirando a Neustadt; veía impotente como desmantelaban vías férreas; me preguntaba dónde estaba escrito que nosotros no podíamos hacer las cosas bien; iba a las marchas de Foetra sin ser telefónica...

Tuve auto por primera vez hace poco tiempo, en 2007. Aprendí (bueno, es un decir, dirán algunos malvados...) a manejar en 2008, y por consiguiente, a cargar nafta. Y siempre, o siempre que pude, elegí cargar en determinadas estaciones de servicio y no en otras. Más por nostalgia que por otra cosa.

El año pasado viajé varias veces a Neuquén. Camino a Chos Malal, donde nunca había estado, me emocionó pasar por algunas poblaciones que solo conocía por haber visto noticias, leído nombres, apoyado piquetes.

Ayer escuché y hoy leí a alguien citar a un tipo enorme, Raúl Scalabrini Ortiz: “Desalojemos de nuestra inteligencia la idea de la facilidad. No es tarea fácil la que hemos acometido. Pero es tarea ingrata. Luchar por un alto fin es el goce mayor que se ofrece a la perspectiva del hombre. Luchar es, en cierta manera, sinónimo de vivir. Se lucha con la gleba para extraer un puñado de trigo. Se lucha con el mar para transportar de un extremo a otro del planeta mercaderías y ansiedades. Se lucha con la pluma. Se lucha con la espada. El que no lucha, se estanca, como el agua. El que se estanca se pudre.”

También escuché y leí a algunas infradotadas integrantes de ese partido de empresarios imbéciles que es el PRO, que no está bien decidir algo por imperio de la emoción.

Yo creo, una vez más, que sin lucha y sin emoción, la vida no vale la pena. Nada, ni un poquito.