viernes, 4 de mayo de 2012

Sobre las emociones

Yo tenía un long play de todos colores. Creo que era de Alta Tensión, mi programa musical preferido. Mi hermano veía Música en Libertad, y como en casi todas la cosas, nuestras diferencias eran irreconciliables. Así que, sí, debía de ser el disco de Alta Tensión el de todos los colores, y cuya última canción decía "Y, peguele fuerte, dele con todo, que así se alcanza, la felicidaaaaaaaaaaaaad!!! Esa y otras canciones, las cantaba a los gritos, en el living de mi casa, frente a una ventana que hacía de espejo.

Muchos años después, en los 90, sufría como tantos el arrasamiento de las empresas públicas. Puteaba frente a la tele mirando a Neustadt; veía impotente como desmantelaban vías férreas; me preguntaba dónde estaba escrito que nosotros no podíamos hacer las cosas bien; iba a las marchas de Foetra sin ser telefónica...

Tuve auto por primera vez hace poco tiempo, en 2007. Aprendí (bueno, es un decir, dirán algunos malvados...) a manejar en 2008, y por consiguiente, a cargar nafta. Y siempre, o siempre que pude, elegí cargar en determinadas estaciones de servicio y no en otras. Más por nostalgia que por otra cosa.

El año pasado viajé varias veces a Neuquén. Camino a Chos Malal, donde nunca había estado, me emocionó pasar por algunas poblaciones que solo conocía por haber visto noticias, leído nombres, apoyado piquetes.

Ayer escuché y hoy leí a alguien citar a un tipo enorme, Raúl Scalabrini Ortiz: “Desalojemos de nuestra inteligencia la idea de la facilidad. No es tarea fácil la que hemos acometido. Pero es tarea ingrata. Luchar por un alto fin es el goce mayor que se ofrece a la perspectiva del hombre. Luchar es, en cierta manera, sinónimo de vivir. Se lucha con la gleba para extraer un puñado de trigo. Se lucha con el mar para transportar de un extremo a otro del planeta mercaderías y ansiedades. Se lucha con la pluma. Se lucha con la espada. El que no lucha, se estanca, como el agua. El que se estanca se pudre.”

También escuché y leí a algunas infradotadas integrantes de ese partido de empresarios imbéciles que es el PRO, que no está bien decidir algo por imperio de la emoción.

Yo creo, una vez más, que sin lucha y sin emoción, la vida no vale la pena. Nada, ni un poquito.





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